sábado, 7 de abril de 2007

Sicología del gallinazo*



El gallinazo es un animal de costumbres honestas. Al clarear el sol, cuando Febo aparece y diluye la neblina limeña desde los Andes, cuando tras la cima de los cerros asoma su redonda cabeza, medroso y avisor como la de un palomilla que se trepa al muro de un huerto pródigo en higos, al amanecer, en suma, el gallinazo se desentumece en el añoso sauce llorón de los pequeños islotes del río. Allí, en el sauce el gallinazo y su hembra han pasado la noche. El parlotear de los pajarillos despierta a esta negra pareja que estira la alas como un universitario en vacaciones y luego se aventura con fruición en el piélago azul. Vuela, vuela, vuela. Asciende y ausculta la tierra. Agita las alas, ace una curva llena de "una gracia leve" y va a aterrizar en la enramada del Camal, donde ya están reunidos los camaradas. Allí se orienta. Un gallinazo pollo, ágil, alborozado y juguetón, da la noticia del dia, como si dijéramos, el Momento Político, la prensa diaria , lo que mas interesa a los gallinazos:

-Allá, dice, en la orilla del río, sobre el basural que nos quizo quitar el doctor Curletti, hay una vaquilla muerta ¡Bien muerta, yo la he visto! Ayer un señor de gorrita la hizo sacar del matadero. ¡Vamos, vamos pronto!...

Los gallinazos en una nube sombría, cual humo de chimenea, se difuman e el cielo. Hacen cuervas cada vez más estrechas y ¡tus-tus-tus! van a posarse en el montículo. El lugar del banquete es "el montón", la basura, el elemento que tanta importancia tiene en las elecciones criollas. Allí se han vaciado en un gran movimiento biliosos los vientres y las bocas de las carreteras de baja-policía: latas, jarros, espumaderas, platos rotos, "tongos" sin viseras, zapatos viejos, una jaula de canarios, trozos de botellas, canastas, hojas de coles, una escoba trunca, cáscaras de plátano, papel de estrasa, calcomanías, pedazos de periódico, un caballito de madera decapitado, huesos de paltas y un almanaque de Bristol. Una nube de moscas en la atmósfera del mundo que es un basural. Dos perros sarnosos, como bohemios o como esos borrachitos que piden pesetas, que han sido decentes y que han estado con uno en el colegio, husmean, roen, medran y se rascan, tratando de parodiar la vieja fábula: "Este era un sabio que un día..".

En medio de tan pintoresca miseria está la vaquilla, la gentil ternera de ayer, sin piel, con los ojos desorbitados y trágicos y las tripas al aire como si en un arranque de abnegación estoica quisiera ofrecer al mundo sus entrañas -bellos símbolo de la carne de vaca- o como Madame Butterfly, después de ponerle al chico las banderitas. La manada de gallinazos llega ¡tus-tus-tus! Uno se dirige por instinto a los ojos porque recuerda el cuento del gallinazo que cayó en la trampa orgánica que le preparó la mula cuando se hizo la muerta. Prefieren los gallinazos en los cuadrúpedos yacentes, las tripas, las cuales buscan el mismo interés y comen con la misma fruición que los negros de choncholi.

Ambiciosos, incultos y sin sentido moral, olvidan pronto que tan grande banquete se lo deben al gallinazo joven que les dio la noticia.

Riñen, se atumultan con el pueblo, en una jornada cívica hasta se produce escándalo, el fenómeno social. Tres viejos y fuertes gallinazos picotean a su gusto al joven gallinacito abnegado que los a traído. Pero ¡oh justicia divina! Hay un juez para todo. El Destino manda. Y el Destino, la justicia del gallinazo, es el palomilla.

Cuando están los gallinazos en lo mejor de su banquete, cuando aquello que era en el Camal academia serena, cónclave prudente, consejo circunspecto, república platoniana, se convierte en cuatro de febrero, cuando los gallinazos expulsan al joven pollo y se creen dueños del mundo, ¡zas! la gran pedrada del palomilla y la gran ala rota del gallinazo. Cobardes y medrosos los que gustaban y compartían el festín con el herido, abandonan el festín y gallinazo. No faltan dos o tres que, hambrientos aún desafían el peligro, pero una vez conseguida la piltrafa de la ternera muerta, fugan como si fueran hombres...

El infeliz herido cojitranqueado pretende huir. ¡Ah, la tragedia del pobre gallinazo! Ya sabe él si se deja coger la que le espera. Huye arrastrando su dolor y su ala rota cual nave con la vela quebrada por la tempestad. No grita, no implora. Él conoce a sus compañeros y se conoce a si mismo. Él, en la condición de los otros, tampoco volvería a prestar auxilio al herido, mientras estuviera presente el palomilla protervo. Se convence de que toda lamentación es vana, todo grito sin eco, toda piedad estéril y llorando su desgracia, azorado, sin finalidad política, se oculta en un barranco entre zapatos viejos y latas de kerosene Luz Brillante. Cuando el corazón en un puño y el alma en un hijo se cree oculto -y quizá si lo está- salta a un compadre gallinazo, canalla, vil, felón, y comienza a revolotear sobre el escondite para llamar la atención del palomilla que se da cuenta, porque para algo es zambo y para algo su padre a sido presidente del club: conoce la traición. Entonces se oye la voz trágica, el grito de victoria del granuja que levantando al gallinazo por el pescuezo, como un trofeo, exclama:

-Ya cayó uno, Eleuterio. ¡Ya cayó uno!...

Y le atiza un patada.

Los otros compañeros no han echo sino ponerse a fojas, humanamente. Analizando la cuestión en el terreno positivista, los otros tienen razón. Cada Cristo que cargue con su cruz, dicen ellos.

Así esperan que el palomilla se marche con su víctima y tornan a los postres. Ni un comentario, ni una lamentación sobre el amigo herido, preso o quizá muerto por la precocidad criminal del palomilla. Como todos son cómplices de tan filosófica cobardía, acuerdan callarse...

1 comentario:

  1. EL GALLINAZO DEBE SER LA NUEVA AVE NACIONAL. EL ?PAJARITO DE LAS ROCAS, SE LLAMA? NO IDENTIFICA AL PERUANO. ADEMÁS, DESDE LA PUBLICACION DE GALLINAZOS SIN PLUMA, ESA PALABRA-AVE- NO VOLVIO A SER IGUAL.

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