Dueña de verdades deslumbrantes,
mi gran epifanía del descanso eterno.
Entre grandes campos de azahares
me revelas las puertas del cielo.
Y cuando este mi cuerpo bajo la tierra,
cerrado en el drama del cofre hipócrita,
sin lágrimas, ni trajes negros estaré
llegando a ser para los gusanos hastío.
El instante en que acaben los días vacíos
serán memorias, consuelo inmortal,
de cuerpo en cuerpo, con lazo carnal.
Por el alma quebrada que terminó,
sin esencia, como la esperanza
de una vida larga y sin final.
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