Eran dos, dispuesto a todo por no tener nada, el otro indiferente. Uno era Adán y el otro un androide, de los que sobrevivieron a los últimos días de la tierra. Salieron a la superficie a buscar un lugar mejor, pero solo se encontraron un gran paisaje naranja, un horizonte infinito de arena, el cielo vació y el sol se encargaba de matarlo todo. Desde un principio Adán sabia que no sobreviviría, sin embargo su compañero podría vivir muchos años más tan solo con un paquete extraño de baterías, que sentido tiene un androide vagando en la nueva tierra, que sentido tiene él ahí muriendo lentamente. Se sentaba y era observado, que ironía Adán el ultimo hombre con el nombre del primero (supuestamente), pero como todo humano común, se dio en él una chispa de optimismo, la cual lo impulso a permanecer caminando. Y avanzo durante largo tiempo, acompañando del androide, fiel seguidor de huellas, que de rato en rato lo ayudaba a pararse. Hasta que vio que el horizonte, se estaba acabando, como si de pronto desapareciera la arena y no hubiese nada mas allá, y continuo hasta llegar al limite donde la arena caía pero no se escuchaba el suelo. Adán salto y cayó durante largo rato, ya no había arena solo seguía cayendo. Cuando el androide, que no salto, caminaba entre el desierto, encontró bajo un muro gigante, el cuerpo del pobre Adán, y como si estuviese programado para ello, lo bajo al lugar de donde salieron y lo guardo en un cofre de acero. Él sabia que mañana, todo se repetiría de nuevo.
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