Cuando los ojos se caen al cielo
y las lágrimas se elevan formando nubes,
los recuerdos se agitan, resentidos,
y le buscan un piso a nuestras almas.
Así regresamos al entorno multicolor
lleno de juegos e ingenuidades
como los sacros padres omnipotentes,
los de esa vida pura y sin memoria.
Dichosos los de los ojos dulces y secos
aquellos que saben muy poco de todo,
saben mucho más de sí mismos.
Y ellos se roban los pecados
de todos los perdidos e infelices,
esos, que se perdieron en su saber.
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